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"La Venus Roja"

"La belleza de las jovencitas es inconsistente, si yo fuera hombre me enamoraría solo de una mujer marchitándose, pero con ojos ardientes"

Salvadora Medina Onrubia

Al Presidente Hipólito Yrigoyen le tiemblan las manos, está por firmar el perdón de Simón Radowitzky, el reo que ha asesinado nada más y nada menos que a Ramón Falcón, el Jefe de la policía, aquel que ordeno la ejecución de los anarquistas en lo que se conoció como la Semana Roja.

Pero que es lo que lo ha hecho tomar esa decisión?... ¿por qué esta meditabundo frente a la orden que descansa sobre el escritorio? La razón es una mujer, pecadora por mujer y por “roja”, rojo su cabello ensortijado, rojo el carmín de sus labios, rojo el corazón asaltado por la pasión en cada acto que comete, roja tan roja como anarquista y feminista, por eso la llaman La Venus Roja.

Salvadora Medina Onrubia ha desafiado todos los mandatos sociales, en un remoto pueblo de Entre Ríos ha sido protagonista de una historia de amor no correspondido, a los 16 años se ha quedado embarazada de un abogado entrerriano que no puede blanquear esa relación. Toma la decisión de mudarse a Rosario dejando atrás las malas lenguas que pese a su ausencia se encargaran de juzgarla, ha juntado el coraje para ser una mujer independiente, cueste lo que cueste.

En Rosario comienza a escribir en el diario La Protesta, medio anarquista que la recibe por su condición de madre soltera y mujer inteligente, ella se convierte en la primera redactora femenina con un sueldo fijo de la historia. Allí se comprometerá con la causa y se integrara a la lucha donde encuentra el lugar tan buscado, un espacio donde se reivindica y respeta a la mujer. Luego, en 1914 desembarcara en Buenos Aires con su valija, una carta de recomendación y su hijo “Pitón”.

Cruza el despacho del Presidente con el pelo rojo al viento, exhala a su paso un dejo de valentía rara, como de una época que todavía no fue. Exige la liberación del reo, ella lo comprende desde su más recóndito ser, por luchador, por valiente pero porque Radowintzky ha sido torturado y violado por el Jefe de la Penitenciaria de Ushuaia y tres guardias cárceles. Y ella más que nadie sabe de humillaciones. Hipólito Yrigoyen la mira y la admira, seguro que no tienen a su lado ni un solo colaborador con el coraje con el que Salvadora se dirige a él, le exige que libere a Radowitzky y él firma, por temor, pero también por admiración a esa mujer.

Con el mismo arrojo una mañana de 1915 toca la puerta de Natalio Botana, dueño del diario Critica y él le abre, la mira, sonríe, la deja pasar. Ya ha oído hablar de “la Venus Roja”, y esa misma tarde se enamora de ella. Y ella tan arrojada, atrevida e impulsiva también cede a su pasión.

Luego llegaran tres hijos más que tendrá con Botana, Helvio “Poroto”, Jaime “Tito” y Georgina “La China”. Su hija será la excusa para que definitivamente le acepte la propuesta de matrimonio a Botana que no se cansaba de pedirle que se case con ella, Natalio le asegura que “los varones pueden romper con las convenciones y proclamarse hijos naturales, pero las mujeres no”.

Ella reparte su día entre los mítines del partido, la redacción del diario, sus hijos y Natalio, con su ayuda el periódico se convierte en el más importante de la época. Tiene de colaboradores a figuras como Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Horacio Quiroga y su amiga Alfonsina Storni. Es un mar de contradicciones, llega a la redacción en su Roll Royce pero a las 12h del mediodía deja su escritorio para cocinarles el almuerzo a todos los empleados. Vive en la mansión de “Los Granados” pero brega por los derechos de los trabajadores. No es una casualidad entonces que su obra teatral más famosa se titule “Las Descentradas” (1929). En ésta cuenta la vida de las mujeres como ella, las que no encajan, las que se revelan, las que no se callan y por eso sufren…. El dulce dolor de ser lo que eligen.

Y es el dolor quien la acompañara y no cesara nunca más, Natalio es el padre biológico de sus tres hijos más chicos pero el empresario prefiere a “Piton” a quien ha adoptado legalmente y lleva su apellido y su nombre: Carlos Natalio Botana.

“Pitón” elige la compañía de su padre adoptivo, quizás porque no sabe de este secreto o tal vez porque Botana lo malcría con lujos y caprichos, con 17 años es un excéntrico ya tiene dos autos y varios caballos a su disposición, y a Salvadora eso la pone furiosa. Una tarde de verano discuten en uno de los cuartos de la casa. Gritan y pelean, el chico no quiere dejar sus hábitos de play boy, le sobra carisma para disfrutar de lo que Natalio le ha concedido y se defiende increpando a su madre, “seguro esta celosas porque mi padre me quiere más a mí que a vos”. Y en un acto de furia Salvadora comete el acto más irracional de su vida, le confiesa que él no es hijo biológico de Botana.

Estupefacto deja la habitación, sordo ya, a lo lejos percibe que Salvadora llora y sigue despotricando, se acerca a sus hermanos más chicos, los abraza y sube a su cuarto. Allí guarda en un cajón el revólver de colección que su padre le ha regalado y se dispara en la cabeza sin error. Cae muerto en el piso, su madre escucha el ruido y corre a su encuentro, ya es demasiado tarde Pitón no respira. Es su hijo Poroto quien mejor ilustrará a su madre en ese momento: “…aullidos horrorosos que jamás volví a escuchar, ni en las bestias, ni en los seres humanos”. A las horas de enterarse que Pitón ha muerto su novia también se suicida.

Ya nada volverá a ser como antes, Salvadora se aleja cada vez mas de su marido, lo culpa por haberle regalado el revólver a su hijo, se odia por haberle gritado , tal vez fue ella quien uso su arma más letal contra su hijo: la palabra, y por eso no puede olvidar, no puede perdonar.

En 1930 el General Uriburu despunta el primer golpe de Estado a nuestro país, y persigue a las voces disidentes, entre ellos está el diario Critica (a pesar de que Botana apoyara el golpe contra Hipólito Yrigoyen, no se salva de la clausura de su periódico) Salvadora es recluida a 100 días de cárcel, por anarquistas, por rebelde y por mujer. Sus mejores amigos, entre ellos Jorge Luis Borges y Alfonsina Storni escriben cartas al Presidente de facto pidiendo por la liberación de su amiga. El general entonces ordena un indulto para la periodista, pero ella con el poco orgullo que le queda (después de la muerte de su hijo a perdido todo) lo rechaza… y lo hace con una carta que pasara a la historia, como una obra de entereza y rebelión y le escribe:

General Uriburu:

Acabo de enterarme del petitorio presentado al Gobierno Provisional pidiendo “magnanimidad” para mí. Agradezco a mis compañeros de letras su leal y humanitario gesto; reconozco el valor moral que han demostrado – en este momento de cobardía colectiva-, al atreverse – por mi piedad-, a desafiar sus tronantes iras de Júpiter doméstico. Pero no autorizo el piadoso pedido. “Magnanimidad” implica perdón a una “falta”. Y yo, ni recuerdo faltas ni necesito magnanimidades. Señor General Uriburu: Yo sé sufrir. Sé sufrir con serenidad y con inteligencia. Y desde ya lo autorizo que se ensañe conmigo si eso le hace sentirse más general y más presidente.

Entre todas esas cosas defectuosas y subversivas en que yo creo, hay una que se llama Karma (no es un explosivo, es una ley cíclica). Esta creencia me hace ver el momento por el que pasa mi país como una cosa inevitable, fatal pero necesaria para despertar a los argentinos un sentido de moral cívica dormido en ellos.

Y en cuanto a mi encierro: es una prueba espiritual más y no es la más dura de las que mi destino, es una larga cadena. Soporto con todo mi valor la mayor injuria y la mayor vergüenza con que puede azotarse a una mujer pura, y me siento por ello como ennoblecida y dignificada. Soy en este momento como un símbolo de mi patria. Soy en mi carne la Argentina misma, y los pueblos no piden magnanimidades.

En este innoble rincón donde su fantasía conspiradora me ha encerrado me siento más grande y más fuerte que usted, que desde la silla donde los grandes hombres gestaron la Nación, dedica sus heroicas energías de militar argentino a asolar hogares respetables e infamar a una mujer ante los ojos de sus hijos… y eso que tengo la vaga sospecha de que usted debió salir de algún hogar y debió también tener una madre.

Pero yo sé bien que ante los verdaderos hombres y ante todos los seres dignos de mi país y del mundo –en este inverosímil asunto de los dos-el degradado y el envilecido es usted, y que usted, por enceguecido que esté, debe saber eso tan bien como yo. General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras, y sienta cómo, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio.

Salvadora Medina Onrubia

Cárcel del Buen Pastor, julio 5 de 1931

Finalmente es liberada y la familia se exilia en Uruguay, ella se entregara a las adicciones: el alcohol, el éter y el sufrimiento.

En 1941 ya de regreso a la Argentina Botana muere en un accidente automovilístico y Salvadora se hará cargo de la dirección del diario. El país respira un nuevo aire, el peronismo a llegado y ofrece una nueva democracia, pero no por mucho tiempo, Eva Perón se proclama enemiga de la escritora, a Salvadora le parece una injusticia el manejo discrecional del peronismo para con los medios y el “asalto” a la lucha de las feministas, Eva Perón se atribuye el voto femenino como una conquista peronista.

El General y su aparato de propaganda se encargar de enterrar en la historia oficial la lucha de las sufragistas y mujeres anarquistas por el derecho al voto. Salvadora no puede olvidar, no puede perdonar. Pero ya no tiene el arrojo de su juventud, le cuesta pelear, ha perdido su color en el dolor.

Asediada por el Ministro de Propaganda de Perón firma la “Escritura de Cesión” de Crítica, sabe que está firmando un poco su muerte. No le queda nada… sus hijos la desprecian, su marido ya no está, Pitón ha muerto, por su culpa?, su imperio mediático a quedado reducido a un folletín propagandista del movimiento popular peronista. Su cabello se destiñe así como su corazón.

Lo que viene después es más dolor, más soledad, más locura y adicción. Ya es hora que se la desempolve, es por este motivo que la he elegido para que ocupe el escaparate de las que fueron olvidadas en las sombras, por no encajar, por su esfuerzo por ser mujer, por su lucha política, por su obra magnífica, por sus errores pero sobre todo por sus pasiones.

La injusticia de los datos hizo más famosas aquellas musas desnudas pintadas en el cuadro que los Botana encargaron al pintor anarquista Siqueiros (hoy restaurado y conservado como patrimonio cultural) que Salvadora, la mujer sobre la cual se construyo vida y obra de una de las familias más interesantes de la Argentina.

Murió muy sola, a los 77 años, dicen que todavía conservaba entre sus pocas pertenencias el sombrero de su protegido Simón Radowitzky a quien vio solo una vez en la vida, pero

que ella recordaría como el principio de su amor por la lucha.

Diario Critica Natalio Botana y Salvadora Mural "Ejercicio Plástico"

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